Otros Atlas
En Las Palmas de Gran Canaria podrás encontrar otras cartografías botánicas, por ejemplo en el parque Doramas.
El parque Doramas aflora como una sucesión de pequeños jardines a los que conocemos como Altavista, Rubió, Pueblo Canario, Doramas, o Santa Catalina.
Santa Catalina, apropiación cristiana de la figura de Hypatia de Alejandría, podría ser un buen comienzo para un relato... Según los cronistas en el siglo XIV, una ermita bajo su advocación fue levantada en las inmediaciones aprovechando su situación estratégica y la existencia de pozos de agua dulce. Este asentamiento se convertiría, en uno de los primeros espacios de encuentro entre aborígenes canarios y europeos.
A finales del XIX los ingleses transformarían este oasis potencial en un hotel-balneario rodeado de pintorescos jardines que se extendían prácticamente desde la orilla del mar hasta la cima de Altavista, a partir de las plantas traídas por Hermann Wildpret, por entonces jardinero de La Orotava. Con Wildpret se renueva una fértil relación entre el jardín tinerfeño y los jardines de Las Palmas, tal y como había ocurrido previamente a través de las correspondencias entre Alonso de Nava y Grimón y su amigo Viera y Clavijo, o como pasaría posteriormente a través historias vitales como las de Sventenius.
En la primera mitad del siglo XX comenzaría la fragmentación de este idílico paraje bajo la solicitud de nuevas demandas urbanas. Miguel, hermano de Néstor Martín Fernández de la Torre, gestionaría el proceso de regularización del jardín contando con la colaboración del afamado paisajista Rubió i Tudurí.
Más allá de los resultados, Flora Pescador nos recuerda como, ajenos a las lógicas de los trazados y los estilos que aparecen y desaparecen bajo sus copas, los árboles del jardín siguen manteniendo la conexión entre la ciudad vieja y la nueva, entre la parte baja y la alta, y entre lo local y lo global…
Desde esta perspectiva Doramas aparece hoy día como un jardín cosmopolita formado por especies canarias, pero también africanas, americanas, asiáticas, oceánicas o europeas. Nos gustaría dejarnos arrastrar por este diálogo latente, disfrutar de su presencia, de sus sombras, aromas, colores, sonidos o sabores, pero también de las historias que acarrean, de su memoria colmada de relaciones imbricadas… no solo para celebrar el pasado, sino para tejer nuevos futuros más simbióticos y exuberantes.